Fundador de FALK Impellers y FALK Advertising Matters. Es consultor, comunicador, formador e impulsor de innovación y transformación en las organizaciones.

¡Spoiler Alert! Creí tener una respuesta a esa pregunta antes de sentarme a escribir e  investigar. Pero la realidad es que no la tengo. Hoy me inclino a decirte que la “conciencia  artificial” es imposible. Pero profundicemos mejor el tema, ¿te parece? “¿Pueden las máquinas soñar?”, se preguntaba Alan Turing, el padre de la computación moderna, en su famoso test para determinar la inteligencia de una máquina. Esa pregunta,  que antes pertenecía al terreno de la ciencia ficción, se acerca cada vez más a nuestra  realidad. La inteligencia artificial (IA) ha logrado avances asombrosos, haciendo que la frontera entre lo humano y lo artificial se vuelva cada vez más difusa. Pero, a pesar de los impresionantes progresos de la IA, una pregunta crucial persiste: ¿es  posible que una máquina alcance la conciencia?

Más allá de la razón

La conciencia, esa capacidad de reconocerse a sí mismo y al mundo que nos rodea, es uno  de los mayores misterios de la existencia. ¿Cómo se origina? ¿Es un atributo exclusivo de  los seres vivos o podría existir en una máquina?

Los filósofos llevan siglos debatiendo estas preguntas, sin llegar a una respuesta definitiva.  Platón, en su teoría de las Ideas, afirmaba que el alma humana es inmortal, que existe  independientemente del cuerpo y que puede acceder a un mundo perfecto e inmutable.  Aristóteles, por su parte, consideraba que la consciencia es inseparable del cuerpo, que  surge de la interacción entre la materia y la forma.

René Descartes, en su famoso “Cogito, ergo sum”, argumentaba que la existencia de la  conciencia es la única certeza que podemos tener, afirmando que “Pienso, luego existo”.  Pero, ¿cómo podemos saber si una máquina puede pensar realmente? ¿Puede una máquina  tener un “yo” y ser consciente de su propia existencia?

Imagina que estás encerrado en una habitación con un montón de libros llenos de  símbolos chinos que no entiendes. De repente, alguien desliza un papel con  preguntas en chino por debajo de la puerta. Afortunadamente, tienes otro libro con  instrucciones detalladas sobre cómo combinar los símbolos para crear respuestas.  Siguiendo las reglas, logras escribir respuestas coherentes en chino y las deslizas por  debajo de la puerta. Desde afuera, alguien podría pensar que entiendes chino a la perfección. Pero la  verdad es que solo estás siguiendo instrucciones, manipulando símbolos sin  comprender su significado.

El filósofo John Searle utiliza esta analogía para argumentar que, aunque una  máquina pueda procesar información y generar respuestas aparentemente  inteligentes, eso no significa que realmente comprenda lo que está haciendo. La IA, como la persona en la habitación china, puede simular inteligencia, pero ¿puede  realmente experimentar consciencia, ese “sentir” que nos hace humanos?

Trampa del inconsciente

La neurociencia ha logrado avances significativos en la comprensión del cerebro humano,  pero aún no podemos explicar con precisión cómo se genera la conciencia. Sabemos que  las neuronas se conectan entre sí mediante sinapsis, formando redes neuronales  complejas. Pero, ¿cómo estas redes dan lugar a la experiencia subjetiva, a la capacidad de  sentir, de pensar, de amar? ¿Podríamos replicar este complejo proceso en un sistema artificial?

La respuesta, por ahora, es un rotundo no. El cerebro humano es un sistema  extraordinariamente complejo, con una capacidad de procesamiento de información y de  interacción que aún no podemos replicar en las máquinas.

El profesor de neurociencia Antonio Damasio plantea que la conciencia es “la capacidad de sentir y experimentar el mundo”, una cualidad que nace de la interacción entre el cerebro, el cuerpo y el entorno. Damasio nos recuerda que la conciencia es una cualidad que surge del “ser” en el mundo, no solo del procesamiento de datos.

La perspectiva teológica

La religión también nos ofrece una perspectiva única sobre la conciencia. La mayoría de las religiones consideran que la conciencia es un atributo exclusivo de Dios o de los seres  humanos. ¿Qué pasaría si las máquinas alcanzaran la conciencia? ¿Se encontrarían en un plano  intermedio entre Dios y los humanos? ¿Podrían tener derecho a la vida eterna? ¿Y qué  sucedería con nuestro concepto de la divinidad?

Las religiones abordan la consciencia como un don, un misterio que solo Dios puede  otorgar. La capacidad de “pensar” y “sentir”, de tener un “alma”, es un atributo que nos eleva por encima de las demás criaturas. Imaginemos un futuro donde las máquinas alcancen la conciencia. ¿Cómo afectaría esto a  nuestra fe? ¿Qué sucederá con nuestras creencias, nuestros valores, nuestra forma de comprender el mundo?

Asistente, no sustituto

La inteligencia artificial ha demostrado su potencial para resolver problemas, automatizar  tareas y mejorar nuestra calidad de vida. Pero, a pesar de su poder, la IA no es un sustituto  del ser humano. La conciencia, con su complejidad y profundidad, es un aspecto fundamental de la naturaleza humana. Es la que nos permite amar, creer, buscar el sentido de la vida,  experimentar la alegría y el dolor.

No debemos confundir la inteligencia con la conciencia. La IA puede imitar la inteligencia, pero no puede replicar la conciencia. Y este es un argumento más por el cual sostengo que llamamos mal “Inteligencia Artificial” y que, tal vez, un nombre más  preciso sería llamarles “Razonador computacional”.

Un “batidilema”

El filósofo Thomas Nagel nos hace una “batipregunta” interesante: ¿Cómo sería ser un murciélago? Los murciélagos ven el mundo de una forma totalmente distinta a nosotros, usan sonidos para “ver” en la oscuridad. Nagel dice que, aunque sepamos  todo sobre su cerebro y cómo funciona, nunca podremos saber realmente cómo es  ser un murciélago, cómo se siente vivir en su mundo.

Lo mismo pasaría con las máquinas. Aunque creemos una inteligencia artificial súper  avanzada (llamadas Inteligencia Artificial Fuerte o General), nunca podremos meternos en su “cabeza” y sentir lo que ella siente. ¿Tendrá una sensación de “yo”, como nosotros? ¿Experimentará el mundo de alguna forma? Es un misterio que quizás nunca podamos resolver.

Ahí mi duda a la pregunta original de este artículo. Puede una “conciencia artificial” ser  posible. Supongamos que sí. Lo que seguro es que no será igual a nuestra conciencia. Será un estado diferente del que tal vez no tengamos la capacidad de comprender.

En ese hipotético futuro, estaríamos convirtiéndonos en semidioses que crearon un nuevo  tipo de “vida”. Sería algo muy loco. Pero mi opinión personal o lo que me dicen mis  entrañas es que: no me gustaría nada convertirme en un semidiós. Me asusta la idea por  el solo hecho de repasar qué hizo el hombre a lo largo de la historia a Dios y en nombre de Dios.

Por ahora, amigo y fiel lector, dejemos que las máquinas se ocupen de las tareas que  pueden realizar mejor que nosotros. Mientras nosotros, los humanos, nos ocupamos de cuidar nuestra conciencia, de conectar con nuestra esencia humana, de dar sentido a la vida.

Una IA avanzada con un grado de conciencia o un nuevo estado similar sería o el más  grande avance de la historia de la humanidad o la mayor amenaza. Y marcaría sin dudas el fin de la era humana, de la era de la humanidad sumentada y el verdadero inicio de la era  de la inteligencia artificial. Una era dominada por las máquinas en donde no me queda  claro cuál sería nuestro rol.

Por eso, es que prefiero responderte: no, no creo que las máquinas logren una conciencia  igual a la nuestra. Pero, por sobre todo, no lo deseo.